Érase que se era, una historia de la pera. (Nótese que podría haber dicho – por cuestión de temática- una historia de la ostia, pero por rima, finura y amor a las frutas me decanto por la pera).
El honorado, regía, presidía y recibía una suculenta papaga de un pequeño imperio de 900 personas, en su mayoría varones. Un imperio pétreo de algún rincón de la Europa del sur de un siglo con mucha luz y sin muchas luces. Un imperio rico en fe y más rico todavía en pecunia. (Casi 400,000 Euros per cápita per annum). Elegido, no por elección del pueblo, sino por un grupito – todos varones también – a su vez elegidos por el anterior jefecito del reino. Un desliz de la democracia, vaya. Las mujeres – pocas - ni tienen derecho de voto, ni derecho de ser votadas. Un reino que no ratifica la convención de las Naciones Unidas contra la discriminación de las mujeres. Un reino que empeña una novena parte de sus habitantes en defenderse contra sus demonios – todos varones los soldatidos de plata, bueno y los demonios también. Incluidos en el paquete del sacro ejército dos tamborileros y un capellán.
Éste señor – mano derecha otro señor pero con mayúscula, fue a (re)santificar una catedral en año santo (que digo yo, que podría venir en los años no santos para no santificar lo que ya ha santificado el destino de los años) y una familia que ya era sagrada.
Para preparar la visitación y el arduo ejercicio de la resantificación, el estado anfitrión rebuscó en las arcas –que parecían vacías – y encontró. Vaya que si encontró! Un tesoro de unos 900 millones de las antiguas (y barbudas) pesetas. Sí lo que oís y lo escribo con todos los ceros para el lector despistado o torpecillo en materia de álgebra: 900.000.000 de las difuntas antepasadas del euro. Ni más ni menos.
Pero gastado en qué, por que regalarle al mandatario quesos de tetilla sería de mal gusto… Gastado en un escenario – le han timado a alguién por que por ese precio venden tronos en Ikea seguro - y con toda seguridad en seguridad.
Para hacer de la faena un acto más efectivo y mucho más movidito, yo hubiera traído de vacaciones al campo de estrellas, al grupito de oficiales con tamborileros y todo, que para eso cobran lo que cobran. Para hacer un concierto en el escenario –altar- trono con unas cuántas gaititas y amortizar un poco. Además, para qué tantos escudos, esfuerzos y sobre todo tantos ceros, para proteger a alguien que se codea con ángeles, tiene a raya a los demonios y que es descendiente del mismísimo portero del cielo.
En el reino anfitrión, la leyenda dice que los zapateros irán al cielo por buenos (o tontos), los del reino del vaticao Irán al infierno en papamóvil, y los fieles peninsulares sin laburo– Ay pobres porDioseros! no comerán perdices – por que no las pueden pagar y se morirán del asco mientras mascullan entre dientes un aleluya moribundo y arrepentido.
La apuntadora se quedará pensativa en su sillón intentando comprender. Absorta, con un cacao maravillao, el cacao de la vaticao.
1 comment:
Entonces... ¿Por qué te casaste por la Iglesia Católica Apostólica Romana?
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